Santa Lucía nació de padres adinerados en Siracusa, Sicilia. A temprana edad hizo un voto de virginidad. El joven que más tarde quiso casarse con ella se enfureció con su voto y la condenó como cristiana (un crimen punible con la muerte en ese momento) ante el emperador Diocleciano. Como parte de sus torturas, para tratar de forzarla a renunciar a su fe, se decía que sus ojos habían sido arrancados y luego restaurados milagrosamente por un acto de Dios. Esta es la razón por la que Santa Lucía siempre está representada con un plato con ojos en él. Esto también nos recuerda que Santa Lucía es la Patrona de las enfermedades de los ojos y ha sido invocada desde los primeros siglos contra las enfermedades de los ojos.