El Corazón de Nuestro Señor es el objeto natural de nuestra devoción por dos razones: 1) ya que era parte de Su Cuerpo Sagrado, el Cuerpo del Dios-Hombre, es el objeto de nuestra adoración, esa adoración especial que damos a Solo Dios, y 2) porque el corazón es usualmente el símbolo del amor. El Corazón de Nuestro Señor nos recuerda el ardiente amor que Él tiene en su Corazón por todos y cada uno de nosotros, un amor que se consumó en Su muerte en la Cruz por nuestros pecados. El mismo Jesús alentó la devoción al Corazón de Nuestro Señor en 1673-74, cuando se apareció 18 veces a una monja francesa, a la que se conoció como Santa Margarita María Alacoque. Él le mostró su corazón, en la forma que nos es tan familiar ahora.
A través de estatuas y cuadros sagrados, entrelazados con espinas, que simbolizan los sufrimientos que Su Corazón soportó por nuestros pecados, y con llamas que vienen del Corazón, la señal de su tremendo amor por nosotros. Nuestro Señor le pidió a Santa Margarita María que revelara estas cosas a través de su director espiritual. Durante la aparición final en 1675, nuestro Señor dijo, señalando a su corazón: “He aquí el corazón que tiene hombres tan amados que no ha escatimado nada, incluso se agota y se consume en el testimonio de su amor. En lugar de gratitud, recibo de él. La mayoría solo indiferencia, por irreverencia y sacrilegio y la frialdad y desprecio que las personas tienen para mí en el sacramento del amor”. (La Sagrada Eucaristía)